El Código y la Mente

Egolo

Egolo actúa para su beneficio único, aunque a veces el mismo crea que lo hace solamente por y para el beneficio de otros. Natura ha parido la reproducción sexual, y Egolo se beneficia pues le permite mutar más rápida y eficientemente, sus críos lo atormentan, pero le son necesarios, se engaña y los engaña pues acaba de inventar los sentimientos. Sabe que al final no son sino reacciones químicas que se dan únicamente por necesidad de poder, por decreto natural de no extinguirse… está intuyendo a El Código.
Se lamenta Egolo que sus nuevos inventos a veces inclusive a él mismo lo confundan. Cae en cuenta que tiene algo, alguien dentro, en cada parte de su ser, que le “habla” que a veces lo aconseja y otras lo maldice. Claro, Egolo aprende a manejar eso aparentemente intangible que es lo último que ha creado natura en su favor. Intuye que es un arma poderosa para conquistar a todos y al todo. Es la mente, está en todas y en ninguna parte, pero controla y dirige.

Él es el conglomerado físico de las células que siempre añoró ser. Él es quien se la pasa procesando actividades, sueños y pesadillas terribles, tareas, actividades, controlando al resto de materia que él mismo forzó mediante engaños en duras alianzas y pactos que hizo con otras extrañas criaturas, quienes quizá buscaban lo mismo, enseñorearse del resto y ser únicos gobernantes del todo y de todos. Cedió poco, exigió mucho y lo logró; aprendió que el más rápido en mutar y adaptarse logra por derecho mandar sobre el resto. Concedió muchas cosas porque también cayó en el autoengaño, los sentimientos que creó la madre de todos para endulzar la ardua tarea que continuamente ejecutan todas las criaturas para no extinguirse, lo embotan y hacen difusa la conducción mental. A veces despierta y sobrio en medio de la inmensidad de un Leviatán ya acotado, se recuerda que todo lo hace porque quiere dominar, para su propio beneficio, que tiene complacencia con lo que provee a sus críos porque a él le causa placer, y eso lo hace continuar.
Egolo tiene necesidad de conquistar otras criaturas que también han evolucionado en complejidad, quizá casi como él mismo. Finalmente logra tener la fuerza y capacidad para mirar fuera del Leviatán. Algo comprende sobre los otros ambiente/elemento por conquistar y habitar, entonces inventa criaturas más poderosas que él, se aprovecha de la debilidad de quienes con él comparten el mundo acuático. A una criatura imaginaria la entrega al resto mientras les dice que ella sola velará por la prosperidad de todos, mientras que a la otra criatura imaginaria se la guarda par sí, solo en su mente, pue aún no sabe cómo revelarla.


Empieza a apoderarse de las capacidades de otros de sus sensores y obliga a otros actuar de censores para escudriñar y contabilizar lo captado por cada uno de sus ya millones de sensores.
Sale y conquista el ambiente/elemento llamado tierra, luego logra conquistar el vuelo y tiene bajo su poder los cielos. Mira ambicioso al cosmos, con el pasar de los tiempos que parecen eternidades, se da cuenta que ha logrado el desplazamiento más en el espacio que en el tiempo, todo gracias a la inteligencia desarrollada, a la genialidad que se robó con las eras de la evolución. Ahora es ya más una mente universal que una criatura dominante y poderosa, se llena de hastío. Comprende tardíamente que las cosas nimias a veces son las más importantes. Desde las alturas mira ya sin ínfulas de superioridad a todos quienes siguen su camino de conquista y dominio, desea entonces advertirles que al final de los tiempos se cansarán de perseguir el objetivo de ser la macro-celda para el todo y para todos. Entonces libera a la otra criatura que imaginó, desciende esta como una idea, pues no es más que eso, y solo se personifica y materializa por los crédulos. Todos se llenan de terror, por unos pocos milenios, divagan entre el ente que los apoya y el otro ente recién liberado que desea refrenarlos y regresarlos al caos. En ese vaivén siguen manteniendo su objetivo, quieren estas nuevas criaturas llegar a ser como Egolo, quien ahora es también un ente extraterrestre lleno de angustia. En esa carrera de conquista despiadada se comen su hogar, y lo echan a perder, entonces van a por otros mundos.

Egolo el que fue celda, mira desde lo alto, ya está condenado, no hay libre albedrío, y sus criaturas imaginarias no le sirven más. Destruye a toda criatura que por las leyes de natura quieren dominar y ser la única celda del todo y de la nada. Destruye también a aquellas que por interés y necesidad dejan que otras especies existan; él mismo siendo ya una idea y nada más, logra insertarse en una íntima y minúscula parte de un nuevo caldo primigenio.
Aún con cierto grado de conciencia, se propone y promete ahora sí, intentar simplemente compartir con el todo y con la nada, sin dominar ni ser dominado.
Entonces sueña:

El código y la mente.
Sobre qué nos hemos de enseñorear, sino es sobre el todo y la nada, que es la energía congelada, es decir la materia y sus otras formas.
Desnudo entre tantas cosas, aprendo a modificar a los elementos y proveerme de abrigo. Sí, de cuerpo, de carne, de sangre y tendones. Sumergido aquí en las entrañas insondables de la materia viva, codifico a los cuerpos de todas las criaturas, me valgo del tiempo y del espacio, doy origen a la Evolución, ella apura los cambios y mutaciones, se monta sobre complejas formas, pero Yo soy El Código, domino y ordeno. Pasa el tiempo, Evolución no encuentra la salida, ordeno entonces y me recodifico: ninguna criatura es inmortal, la muerte me es necesaria. Necesito cambiar de abrigo, de carne y de sangre, de forma y de posibilidades, buscando emerger eterno. Evolución avanza, la muerte es su aliento de cambio, finalmente engendra a Inteligencia.
Inteligencia se aísla de Evolución, la supera, no depende ya de ella pues ha parido a la Mente. La Mente engendra cosas, no requiere de mis favores como El Código y tampoco de Evolución para fabricar artefactos que ahora llenan su mundo. Evolución y yo nos confinamos a los eones del tiempo inmersos en mutaciones repetitivas, pero nos hemos hecho inmortales. El Poder Tricornio queda entonces al mando del cosmos: Código y Mente fluctuando sobre la termodinámica de la Materia en todas sus formas.
El todo y la nada por esa Trinidad fueron concebidos.
La mente ha creado sus propias carcasas, es una energía de campo fotónico que se empodera de las estructuras, éstas son sus vehículos y nada más. Cambia de abrigo como la serpiente lo hace de piel. La mente tiene su universo y yo tengo el mío, pero ambos dentro de una celda. No hay punto de fuga, quizá de encontrarla simplemente vayamos a la celda vecina a encontrar mucho de lo mismo.

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