La pasada noche, mientras degustaba junto al Aqueronte unas copas de reposado Agustino, 30 años de añejo, sentados plácidamente en los sillones quejumbrosos de un bar a la intemperie, ubicado en uno de los tantos sectores concurridos y llenos de polución, de este pedacito de planeta llamado la capital ecuatoriana; y al son de la música del malo del Bronx, que ayuda a hervir la sangre con el recuerdo de las Dulcineas ausentes, vimos a un extraño bípedo salir de un lujoso restaurante.
Pensamos que el aguardiente nos jugaba una mala pasada, que las alucinaciones del licor bendito se proyectaban como hologramas tridimensionales y que parte del escenario era aquella forma de humano, saliendo candoroso a la calle, luego de haber devorado con fruición los deleites de la cocina. Con él una mujer en extremo tuneada para el momento. Nadie estaba sonrojado, mucha gente pasaba cerca de la pareja sin alarmarse por el hecho de que el susodicho bípedo estaba desnudo.
-Qué veneno habrá puesto Chancholovo en el reposado Agustino- entre dientes musitó Aqueronte, mientras analizaba el color del aguardiente en busca de alguna extraña sustancia, pues sospechaba que Chancholovo contaminó el reposado Agustino con alguna pócima de la cual solo él tenía el antídoto, de esta manera evitaría que otros robasen su preciado tesoro. ¡Contrabando! –Acusó el mesero- Aqueronte le dio unas palmaditas, -era buen cliente del lugar- y nos dejó seguir degustando del elixir, con tal que sigamos consumiendo algunas picaditas… boquerón en aceite de oliva.
El falso Adán cruzó la calle, abandonó enfrente a la fémina, nadie se inmutaba por la desnudez del bípedo, todos al parecer le rendían pleitesía, entró confianzudo a una tienda de abrigos, tomó lo que quiso, las dependientas no osaron pedir que pague por las prendas. Luego se paró en media calle, alzó la mano y detuvo el auto que le gustó, un Alfa Romeo, el aniñado conductor se bajo junto a su pareja, compañera fiel de los recorridos por las callejuelas llenas de coches, agenciosa la parejita dejó que tome su lugar el Señor Adán, quien partió haciendo rechinar las gomas.
¡Mesero! ¿Has visto lo que ha hecho ese humano viringo en plena calle? –Increpa Aqueronte- y por respuesta solo un movimiento de hombros. Me inclino hacia la sulfatada rubia de la mesa vecina y le pregunto sobre la escenita del tipo que se fue en el Alfa Romeo, me dice entre dientes mientras simula una sonrisa de conquistadora nocturna, que le encantaría pasear en un autazo como ese. Aqueronte la pilla diciéndole que si con chofer vestido o desnudo, ella no comprende, dice no haber visto a ningún hombre desnudo…pero podrías verlo y montado sobre Rocinante acota Aqueronte, al tiempo que me pide las llaves de mi corcel Ruso de cuatro cauchosas patas. Un seco ¡JAMÁS¡ alcanzo a pronunciar. Mientras rio a carcajadas, exploro en mi imaginación la reacción que la anodina fémina tendría al verse montada en un 4×4 ruso, nada elegante como el autazo de sus sueños plásticos de citadina alienada.
2011
Acto seguido vemos que un Alfa Romeo trepa a la vereda , parquea cómodo donde le viene en gana, a vista y paciencia de la policía de tránsito, baja del móvil nuevamente en pelotas, esta vez acompañado de una parejita de apariencia burocrática, vestidos como para fiesta, la rubia sulfurosa y su amiga corren a su encuentro, el policía acompaña al grupo hasta que se sientan en una mesa cercana a la nuestra, el mesero comedido emprende la marcha para atender a los recién llegados, le gritó para que nos sirva más boquerones, se acerca disculpándose y dice que tiene prioridades que atender. Aqueronte lo increpa sobre porqué antes fingió no haber visto a un tipejo desnudo haciendo de las suyas en las cercanías, a lo que el mesero respondió: Lo que hace el señor Adán es bienvenido, ¿acaso no es el dueño de la humanidad?
Corre el exhibicionista sonrojado y avergonzado hacia la tienda de abrigos, nuevamente toma lo que le viene en gana ante la complacencia de las dependientas. Se acerca a nuestra mesa y con voz de cura dice:
-Tomo lo que quiero y cuando yo quiera, no necesito dinero, quienes me ven olvidan todo en cuanto me ausento. Con quienes interactúo se comportan como sirvientes felices. Tengo el poder de dominar a los humanos {…} ¿ustedes que son?
Las féminas no se han atrevido a acercarse a nuestra mesa, solo el adulón del mesero al fin trae la porción de boquerones. Me levanto para enfrentar al amo de la humanidad, y con una mirada fugaz vomito en su rostro harapiento y le digo que siga con su aburrida vida pero en otro lado. Aqueronte clava su endemoniada mirada en el susodicho dueño de la humanidad, le muestra que está armado hasta los dientes, ante lo cual el bípedo cuenta que es inmortal –es mi mayor secreto- musitó. Como nosotros –acota Aqueronte- para luego espetarle un sonoro: ¡lárgate!
L. Vivar