Inaccesible Cotopaxi

El sábado 4 de diciembre, el coloso volcán arácnido por sus ya tantos ojos que muestran los embates De un calentamiento global, dijo NO, a una nueva ascensión a su cumbre. Eran las tres de la madrugada y sobre los 5450 msnm, justo por donde se empieza a senderear con miras bordear por el flanco derecho al gran ojo del cíclope llamado Yanasacha, unas descomunales fauces hambrientas se mostraron en todo su esplendor.

cotopaxi


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El día anterior salí desde la ciudad serpiente, en medio de un éxtasis maravilloso, de pronto me vi sobre un desconocido plató nevado como en épocas pretéritas. Me apeé del Rocinante Ruso, para quedar atónito con un Cotopaxi re-cargado de nieve, el cual miraba sospechoso con su gran ojo al macuto lleno de pertrechos para el ataque.

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Tentando a la dulce Parca, intenté algunas travesuras (esto es lo bueno de subir solo), pero esta vez el Cotopaxi quería estar libre de bípedos escaladores en su níveo balcón que mira las entrañas de su cráter. Una hora merodeando la cornisa que había quedado luego del colapso total del puente sobre la antes semi-tapada grieta, y teniendo al frente un retador talud de hielo listo a car sobre cualquier atrevido escalador, fue suficiente, entonces emprendí el regreso respetando los deseos de la montaña, por hoy nadie subió a la cumbre. Los empeñosos del negocio de la montaña de seguro pondrán una escalera para a futuro continuar subiendo a sus clientes, enorme tarea les espera.
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Se acercaba amenazante una hilera de lucecitas danzarinas, estaban sobre la testa de jadeantes ascensionistas que subían lentamente encordados de a dos, de a tres, amarrados a placer. Éstos, junto con sus guías incrédulos optaron por subir hasta el filo del cataclismo, para luego bajar apresuradamente a inquietarme para buscar paso por otro lado, una vez más tentamos a la suerte reptando en un mar de grietas y séracs dispuestos a complacer a Newton y su Ley de la Gravedad, hasta las ilusiones estaban precipitándose al abismo. Al verme de pronto entre tanto bípedo, asunto nada frecuente en mis escaladas, emprendí veloz descenso para intentar robar entre sueños un beso a la bella Dulcinea {…} terminé esperando el amanecer abrazado al Glotón de nieve.
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