Sobre el libro: Remoto

¡RENUNCIO! hacer del contenido del libro Remoto, el típico análisis para tratar de encasillarlo en los extraños y no menos superfluos listados de categorías creadas para la literatura como si aquello agregase algo de valor a una obra saturada de éste. Además, que por seguro en el intento terminaríamos diciendo nimiedades, como por ejemplo que es una obra eminentemente psicológica y social, logrando quizá tan solo ahuyentar a aquellos que en general son la gran mayoría que busca novelitas de autoayuda; huirían quienes temen al análisis psicológico. Por otro lado, si por ejemplo dijera que sí es un libro de autoayuda, porque te manda buscar dentro de ti mismo, ya que en el fondo te triza las neuronas aupándote a cambiar tu rumbo de vida y reconocer que vives como un borreguito social produciendo ficciones para el mundo de autómatas, también hará huir a unos cuantos. El relato tiene de todo, inclusive de temas insospechados –digo yo- para el mismísimo autor.

Te advierto lector, que si no dispones de una buena capacidad neuronal de procesamiento gráfico, haciendo un símil con las tarjetas de de alto rendimiento para las criaturas de silicio, tu intento por leer la obra podría terminar en el fracaso rotundo o convirtiéndote en un analítico y atento lector. El lenguaje de Remoto embebido en el real y a veces imaginario lugar selvático, es ante todo una inyección brutal y despiadada a los ojos que se nublan con ciertos párrafos para dejar a la neuronas interpretar los textos dibujando imágenes que te introduzcan en el ensueño, por ejemplo como el deseo vívido de estar con aquella bella musa nadando viringa en las aguas mágicas de la laguna Pelancocha esperando la virginal y tentadora mirada del rey Pablito, (Melanosuchos niger), quién haría de el antiguo amigo Ventarrón de la mujer hecha una brasa viva Carmela, un amasijo crujiente. Pongo mis deseos dentro del cerecate de Teófilo Samaniego, quien siendo el renunciador principal de esta novela, de seguro concordaría conmigo en decir: quiero ser aquel primordial lagarto para en un acto de amor supremo fagocitar las carnes turgentes de Carmela. Musa de la hostería Remoto, que lleva en su sangre el ardor incesante de las tierras Catacocha, y la inquietante y omnipresente idea del suicidio, deseo heredado de los Ojeda… ¿quién no se dejaría seducir por la vertical del Chiriculapo?. Un cadáver.


Quienes no han vivido, porque estar orgánicamente despiertos no es estar enteramente conscientes de lo que significa vivir, deben apartarse de las críticas comunes a la literatura, para no dejarse contaminar con la funesta idea que los costumbrismos en la literatura deben ser universales. ¿Qué obra no tiene en esencia el costumbrismo de los orígenes del autor de de quienes más influenciaron en su vida? Al contrario, entiendo en el lenguaje de esta obra el romanticismo hiperbólico de quienes anhelamos un mundo verdadero cerca de lo brutal, frenética y bella que es la vida del carbón; sin importar los nombres de los terruños de la centinela del sur ecuatoriano… que pudieron ser de cualquier parte de este u otro planeta.
Deja sentir el autor con sus letras, los aromas de la cocina de Pompilio Dela Crúz, se me antoja un “sudado de bagre lechero” del menú ancho y espeso que se sirve en la hostería oculta en el más prístino paraje de la comunidad Puca, que al cuidado del brujo mayor Silverio Coquinche ha encontrado el equilibrio perfecto, entre ser un negocio para “avezados excursionistas” y una forma de respetar la naturaleza. Cómo no dejarse llevar por el relato lleno de metáforas que invitan a saborear la caída de la tarde degustando un café de Zaruma e imaginando lo que Teófilo Samaniego vierte en las entrañas de Oberón, su compañera de escritura que no titubea a la hora de eliminar párrafos enteros antes paridos con intenso dolor.

Con el RENUNCIO inicial de Teófilo, seguramente el lector esperará una visión aplastante saliendo por entre las frases y párrafos ambiguos que son lo único que la anormal vida de los ciudadanos de las metrópolis inspiran, incluso el RENUNCIO podría llamar a los recuerdos más testarudos de los procesos Kafkianos; pero hay que reconocer a Don Arias Bermeo Juan, la capacidad de lanzar videos enteros hacia las neuronas de un atento lector; hace pues el autor un repaso a veces maniático de sus otros YO, de aquellos personajes recurrentes en todo su penta-libro, de Don Olegario Castro y su radio Marañón, de ciertas andanzas feéricas y claro, deja en el más recóndito lugar de la comuna Puca, al Higuerón sagrado que acogerá a su futura creación literaria.

¿Y por qué no hemos renunciado? Siendo este el constante llamado de silencio atronador que inunda a toda la novela de Remoto. Teófilo Samaniego lo hizo, dejó tras de sí los “tesoros” de una vida de alto nivel burocrático, rompiendo con la costumbre de envejecer entre las ruidosas callejuelas de una ciudad insoportable; evadió los brazos de efímero ardor de una segura y bienaventurada doncella, y se fue en pos de lo real, de las sensaciones de una vida plena en la amazonia.

Hagámos honor a la frase de Yo soy como soy, y no me parezco a nadie en boca de Pompilio, y despertemos de esta vida tan aborregada en sociedad.

Al fin he renunicado a los jeFuch@s

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