para conquistar los últimos rincones de su alma desconocida, oscura y olvidada.”
Reinhold Messner
Todo accidente en la montaña alarma, y más aún cuando muere gente, lo cual siempre ha sido y será un hecho triste y lamentable para todos. Tal vez no tanto para los verdaderos montañistas, en el sentido de que saben el riesgo enorme inherente a esta actividad –mal llamada por muchos deporte- y que probablemente también por eso la practican; los verdaderos montañeros en algún lugar con sus compañeros de cordada en presencia de la montaña elegida declararon su testamento: cuando muera, espero que sea en mi mundo, en la montaña; confío en que respetarán mi deseo de quedarme en sus entrañas.
Algunos se preguntan por qué subimos montañas, si son frías y peligrosas; un gran montañero ecuatoriano, Ramiro Navarrete, quien ya no está con nosotros contestó con una pregunta más o menos así:
¿Le preguntas a un niño porqué juega?La montaña y su magia tienen embrujado a pocos humanos desde tiempos inmemoriales –sacrílego sería llamar embrujados a quienes pagan por miles de dólares para que los “suban” a una montaña ocho mil… aunque están en su derecho-; y, quienes elegimos hacer de esta actividad una forma de vida, algunos solo mental y físicamente, otros por el lado de la supervivencia para hacer de esta sin par actividad un ingreso económico; pero todos asumiendo inteligentemente los riegos… poner controles es una declaración ridícula. Cada quien va a la montaña por sus propios fueros e intereses… no sé si todos han sabido medir el riesgo y sus consecuencias.
El creer que ir a la montaña, hoy es más seguro porque hay nuevos equipos y nuevas técnicas es engañarse, pues todo depende de las virtudes y destrezas del humano que va en busca de esos terrenos fronterizos. Concedo la razón a algunos de los guías de alta montaña en este país cuando dicen que no todos son capaces de ir a las alturas en solitario, que es lo mismo que ir varios novatos, y que aquellos quienes ya han subido una vez al Rucu Pichincha, otra al Corazón, quizá también al Rumiñahui e inclusive al Cotopaxi no están listos para ir solos o en compañía de amigos; éstos y muchos otros más necesitan del acompañamiento de un guía experimentado. Pero poner controles de acceso a las montañas rebasa los límites.
Hay excursionistas de éxito, quienes con un guía no necesariamente de alta categoría, pues existe de todo bajo el cielo, han hecho cumbre en nuestras altas montañas, obviamente por las rutas normales. Quienes han llegado de esta forma a una cumbre o dos o quizá tres, evidentemente no están preparados para guiarse a sí mismos y pero aún a terceros, amigos o clientes.
El humano que sueña con la cumbre de una montaña asume el riesgo de intentar su conquista, quienes pueden hacerlo pagarán un guía de altura, otros quizá solo puedan pagar uno de menos categoría que los hay, de hecho lamentablemente hubo noticias de accidentes fatales con guían buenos y no tan buenos, porque así es esta actividad de ALTO RIESGO, no siempre está en manos del cliente, guía o del escalador dejar plantada a la Parca en su invite.
Hoy desean poner controles a los clubes de alta montaña, me bastaría saber que dichas organizaciones enseñen las técnicas de escalada en hielo, roca, nieve, orientación en páramo, rescate, primeros auxilios etc. Tal como yo la recibí, hace ya tanto tiempo en el Club de Andinismo Politécnico (CAP) Sobre todo, que el ir a cualquier montaña, por fácil que parezca si no la respetas, sino tomas en serio cada paso que das, puede ser la última que conozcas. Pero no solamente los accidentes suceden a los menos experimentados, o a quienes no miden el riego y sus posibilidades –hay que ir a los brazos de la parca dando una batalla digna- sino que quienes siguen las actividades de alta montaña saben que los más experimentados también se accidentan y mueren, porque repito es una actividad de ALTO RIESGO.
En el CAP me enseñaron ante todo el compañerismo, si todos suben todos bajan… era la máxima, aunque no siempre es posible cumplir con este mandamiento, por las razones mismas de ir a buscar lo desconocido en los terrenos que lindan con lo sublime. Pero en los clubes es que se disfruta de la presencia de gente que comparte las ideas íntimas por escapar hacia los cielos, de internarse por el placer de acariciar las paredes de roca o forzar los músculos aferrándose al hielo. Termina siendo la actividad de estar en la montaña un instante de ataraxia perfecta, cuando se llega a la cumbre y eres novato, cuando simplemente estás en ella si ya tienes experiencia; y si llegando varias veces a una cumbre sigues experimentando el éxtasis indescriptible, es porque realmente eres un fiel amante de las montañas. El compañerismo, los amigos de cordada, ese compartir es lo que más extraño, hace mucho que subo solo, mis cordadas han colgado las botas. Hoy en las montañas hay muchos extraños, muchos clientes y sus guías, supongo que subir entre extraños jamás será comparable a las experiencias iniciáticas en el club; jamás se experimentará lo que se aprendió en sensaciones y sentimientos con los amigos del CAP.
Si piden pruebas y certificados y demás papeluchos a quienes hacemos actividad desde hace mucho, pierden el tiempo, siempre hay rutas ocultas para los de la masificación montañera; y las rutas oscuras y olvidadas son las más hermosas. Si insisten en los controles, cadenas y candados, habrá que retornar al CAP y actualizar ante todo amigos y después datos, aprender algo más y ver si todavía hay capacidad personal para volver a subir con más gente a la montaña. Que les tomen examen y los llenen de identificaciones y certificados a quienes guían a extraños, a los solitarios dejadnos en paz; a los clubes y sus miembros dejadlos en paz. Y a quienes sin saber de montaña no pueden o no quieren pagar un guía, acepten el reto lleno de riesgo, aprendan algo, pueden intentar subir al Chimborazo como Whymper lo hiciera por primera vez en 1880, o como en 1950 se conquistó el Annapurna, pero por favor den una batalla digna y no crean que con los últimos modelitos de herramientas de montaña estarán más aptos.
Confío que los montañeros en el país sigan siendo fraternos y amigos, que no se dejen contagiar por la insensibilidad que tristemente se ve en los lugares donde andan las expediciones de los iluminados himalayistas, donde ya les pesa decirte un simple HOLA… y eso que son parte de la masa y que nada nuevo están haciendo. Porque al final de cuentas quien va a la montaña es a encontrarse consigo mismo, a iniciar un tiempo dialéctico de esfuerzo mental y físico con la princesa escogida, a disfrutar de sus prolegómenos, sus sensuales formas medias, a intentar coronarla que en eso está el deleite principal… abrir una ventana hacia el final de tu propia existencia.
Ya vendrá el tiempo de bajar el riesgo, natura se encargará de ello si la dulce Parca con su filuda guadaña no lo hace antes; entonces habrá que conformarse con ir a la media montaña a tres cuartos de montaña, como decía un ex cordada… o unirse al MUA (Movimiento utópico anarquista) y declarar que “el mejor gobierno es el desgobierno” llamando a la desobediencia civil como aquel ensayo del Estadounidense Henry David Thoreau